viernes, 12 de junio de 2009

“La visión de la tecnología dentro del ámbito empresarial debe ser mucho más rebelde y menos convencional”


Es obvio que soy un defensor de la tecnología. Si no fuera así, el encabezamiento de este artículo hubiera tenido connotaciones negativas. Pero, no obstante, pretendo en pocas líneas exponer alguna de las razones que me hacen creer en ella y que e empujan día a día, en mi actividad profesional a impulsar iniciativas de tecnificación o de renovación tecnológica.
Uno de los principios básicos de mi punto de vista, el más importante, es la relación existente entre la tecnología que la empresa utiliza en su desarrollo y el valor de ésta para sus accionistas, empleados y proveedores, clientes y, también, posibles compradores. En la empresa, ya sea pequeña o grande, crear valor significa exclusivamente maximizar los resultados de la misma, lo cual, según todas las teorías económicas, solo se puede conseguir aumentando los costes. Históricamente, la tecnología, y aquí me refiero principalmente a la informática, ha sido considerada un centro de coste, esto es, una unidad que consume parte de los recursos económicos que otras unidades de la misma empresa generan.
Volviendo al concepto de valor empresarial, esta idea de la tecnología informática, por otra parte equivocado, contravenía el principio mencionado de reducir costes para generar valor, por lo que ha venido siendo injustamente castigada y marginada en las inversiones empresariales. Y este ha sido, según mi opinión, el gran problema para el desarrollo de muchas compañías con buenas ideas y buenos productos y servicios.
La visión de la tecnología debe tener una dimensión diferente a esta tradicional, convencional y pesimista. La tecnología debe ser percibida de forma más positiva, como generadora de valor indiscutible porque es capaz de reducir costes y aumentar ingresos. Si, ambas cosas.
Como por ejemplo: reducir los costes facilitando la actividad de una buena parte de los empleados en sus labores administrativas y, por tanto, mejorando su productividad; impulsando la comunicación con clientes y proveedores a través de Internet y, por tanto, mejorando los procesos comerciales (vendiendo más) de abastecimiento y logísticos; realizando labores que antes únicamente podían llevarse a cabo manuablemente y, por tanto mejorando las operaciones productivas, etcétera.
En todos estos ejemplos podríamos realizar un análisis coste-beneficio para llegar a cuantificar de forma objetiva el valor aportado por las diferentes iniciativas tecnológicas que podrían llegar a materializarse, lo que sería una medida del valor directo (y valor económico) que la tecnología aporta a la empresa.
Por último, quiero resaltar que en compañías con una cierta dimensión en términos de facturación o empleados se descubre fácilmente la opinión de sus directivos respecto al papel de la tecnología observando sin más el organigrama de la misma y la posición relativa del departamento de Sistemas de la Información.
En este siglo XXI recién comenzado, la visión que debemos tener de la tecnología dentro del ámbito empresarial debe ser mucho más rebelde y menos convencional, los criterios de decisión reevaluados y actualizados a los tiempos que corren, las personas que lideran las respectivas unidades deben ser capaces de equilibrar conocimientos técnicos con los de gestión, cada día más importantes, y los directivos en general, grandes impulsores de una renovación decidida respecto al valor de la tecnología y, lógicamente, exigentes en cuanto a su cumplimiento.
En definitiva, al igual que en otras áreas funcionales y operativas, la tecnología debe tener un espacio de relevancia en la empresa porque es responsable solidaria del éxito empresarial.
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